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1ra Partida Gioachino Greco

Actualizado: 29 ago 2021


Siglo XVII (siglo del Barroco, época reinante de monarcas y marcado por la revolución científica). El ajedrecista que nos ocupa el día de hoy es Gioachino Greco, nacido en Calabria, Italia. Su periodo de vida comprende las primeras tres décadas de este siglo.


En esa época, el ajedrez era minoritario, apenas era practicado por el clero y por la parte más alta de la sociedad. Los caballos, alfiles y torres estaban recluidos en palacios y monasterios, y las personas del pueblo llano, que eran la gran mayoría de la población, apenas conocían su existencia.


Los jugadores más talentosos eran protegidos por reyes y cortesanos, lo que les permitía vivir de su maestría en el tablero. Su juego era admirado y eran solicitados en las cortes de toda Europa, recibiendo auténticas fortunas por mostrar su talento y enseñar sus conocimientos.


La historia del joven Gioachino no parecía destinada a visitar palacios y castillos, más bien parecía encauzado a luchar por sobrevivir escapando del hambre, ya que provenía de una familia de condición humilde. Pero la llave para escapar a su destino estaba en su mente: su talento natural para jugar al ajedrez.

La fama de Greco llegó a oídos de la Iglesia, a quien consideró como su protegido. Era el comienzo de una nueva vida donde pudo ganarse la vida haciendo lo que más le gustaba. Resulta curioso comprobar que nadie le enseñó a jugar al ajedrez, lo hizo de forma autodidacta apoyándose en libros. Incluso escribió un libro el cual tituló "Primo Modo del gioco de partito".


Greco labró su reputación inicial jugando en Italia, pero ya en su juventud comenzó a viajar, acudiendo allí donde sus servicios en el tablero fueron reclamados. En 1621 se desplazó a Francia, para jugar al ajedrez en el palacio del duque Enrique de Lorraine. Además, también jugó en la corte de Luis XIV. En 1622 cruzó el Canal de la Mancha y dirigió sus pasos a Londres. En 1624 regresó a París, donde se dedicó a seguir jugando partidas y sobre todo a escribir copias de su tratado de ajedrez. Hay que resaltar que este libro fue muy innovador en su época, ya que estaba compuesto de decenas de partidas comentadas por el propio autor, muchas de ellas bellas miniaturas donde despliega un espectacular ajedrez de ataque.


Así era la vida de los jugadores errantes, sin tiempo de echar raíces en ningún lugar, siempre viajando y conociendo nuevas tierras. Sólo con un espíritu aventurero se podía sobrellevar este tipo de vida, pudiendo ser asaltados, apresados, timados... pero recibiendo grandes riquezas por su pericia a la hora de conseguir que las piezas danzasen por el tablero con armonía.




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